viernes, 25 de febrero de 2011

Moviéndonos hacia...

Cada día que pasa observamos como la tecnología se va haciendo cada vez más omnipresente en nuestras vidas y desarrollando de manera más sofisticada. Prácticamente no nos da tiempo a asimilar un nuevo invento digital cuando ya está saliendo al mercado otro artefacto tecnológico mejor o que resuelve varias funciones a la vez, y ya lo estamos deseando poseer. Nosotros aceptamos este estado trepidante de las cosas, porque es el ritmo que lleva el mundo y el que nos impone. No hay tiempo ya para pensar si somos más o menos felices o qué sentido tiene en nuestras vidas, simplemente nos conectamos e intercambiamos información a un ritmo vertiginoso.

 Pero, ¿el avance tecnológico conlleva necesariamente hacer nuestras vidas más felices? Conozco la respuesta que la mayoría contestarían: por supuesto, nos hace la vida más fácil y mejor. Y es verdad. El ordenador, los móviles... han facilitado muchísimo la vida de las personas. La tecnología es algo que hemos aceptado como un bien en nuestra sociedad, aunque como todo en la vida puede emplearse con fines perjudiciales (desarrollo armamentístico o la sobrexplotación medioambiental), la verdad es que hace la vida más cómoda. También está el riesgo de abusar de este medio y aislarse del mundo real.

Sólo con mirar 10 años atrás en el tiempo nos damos cuenta lo que ha supuesto inventos como internet: nos ha puesto en contacto a nivel mundial. Ya no hay distancia en las comunicaciones ni esperas en las informaciones; todo el mundo puede estar en contacto y conocer lo que ocurre a tiempo real.


  El aporte tecnológico hasta la fecha nos hace pensar en un futuro todavía más halagüeño, hay una fe ciega en la tecnología. El único problema que yo veo podría derivar de esto precisamnte, tener una fe que nos ciegue hasta el punto de basar nuestra felicidad en la tecnología, dejar de hacer cosas porque ya las hace una máquina por nosotros; perder el contacto físico porque nos vemos en la pantalla, dejar de recordar porque todos los recuerdos los podremos llevar en dispositvos portátiles, dejar de pensar absorbidos por el maremagnum de información que somos incapaces de procesar o direccionar.

 El mundo digital está muy bien, pero es un arma muy potente que no viene con instrucciones de uso y hay que aprender a utilizarlo y a moverse en él. Por ejemplo, leí en la prensa que en Japón, el país más digital del mundo, hay más de 1.000.000 de Hikokomoris, jóvenes japoneses entre 20 y 30 años que viven recluidos voluntariamnete en sus casas rodeados de sus ordenadores y videoconsolas. La tecnología es un medio que nos puede ayudar mucho, pero no hay que olvidar que es sólo un medio, una herramienta, que en ningún caso nos debe controlar a nosotros, que ese afán de hacernos la vida más cómoda nos acomode por completo el cerebro, hasta el punto de no darle un sentido a los mares de información que manejamos, perdernos subiendo fotos y descargando hasta que realmente no sepamos quienes somos, porque no podemos paranos a pensar para qué y por qué hacemos esto o de qué vale, que nuestra felicidad se base en acumular y acumular y no sepamos administar nuestras vidas. Sé de gente que no podría vivir sin su móvil y su portátil.

 ¿Realmente lo digital mejora nuestra calidad de vida? En mi opinión sí, porque nos hace disponer de más tiempo de vida, pero pienso que sería un error reinvertir este tiempo mucho más en lo digital, porque por lo menos yo, soy más feliz cuando me encuentro más unido a mis amigos, a mi familia, a la gente. Creo que la tecnología es un herramiento de doble filo: nuestra sociedad occidental es de mercado y se basa en el consumo, convertir en una meta trabajar para obtener la última novedad tecnológica pienso que es un grave error que nos llevará a la deshumanización completa; facilita nuestras vidas y las puede mejorar pero salvo excepciones (adelantos que salven vidas o mejoren las de las personas con alguna discapacidad) no es ni mucho menos imprescindible para disfrutar de la vida plenamente.